Investigadoras y comunidades indígenas trabajan juntas para disminuir la desnutrición infantil en La Guajira
Un estudio del Departamento Nacional de Planeación (DNP) sobre el desperdicio de alimentos en Colombia publicado en 2016, señala que en el país se pierden 9,76 millones de toneladas de comida al año, de las cuales el 15,6% (1,53 millones de toneladas) se desperdicia en los hogares. Con esta cantidad de comida se podría alimentar por casi 8 años a los habitantes de La Guajira, es decir a 1.012.926 personas.
Frente a esta realidad, las investigadoras emprenden acciones para apoyar a las comunidades guajiras, cuyas poblaciones indígenas muestran mayores índices de pobreza e inseguridad alimentaria que los demás habitantes de la región, además los que más sufren son los niños con una alta desnutrición crónica, según señala la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO).
Los niños de la comunidad están propensos a la desnutrición global y crónica, presentan talla baja, están inmersos en un medio que no les garantiza derechos fundamentales como la alimentación, la educación, y la salud. Es una comunidad carente de agua salubre y potable, alimentos, electricidad, empleo, educación básica completa, debido a que la única escuela cercana les ofrece hasta segundo de primaria, en general carecen de condiciones dignas de vida.
Sobre el proyecto para disminuir la desnutrición infantil
Marcela López Ríos, investigadora de la Universidad de Antioquia, es una de esas colombianas que, motivada por el deseo de aportar con su trabajo a la solución de estas problemáticas, ha dedicado los últimos cuatro años de su vida al trabajo comunitario en Manaure, uno de los resguardos indígenas wayúu del departamento de La Guajira. Asimismo, Carmen Frías Epinayu, investigadora de la Universidad de Antioquia y líder de la comunidad Pañarrer, ha trabajado para garantizar el rescate de los saberes ancestrales de la comunidad, en el proceso de fortalecimiento comunitario y en la generación de espacios interculturales que posibiliten el diálogo entre la academia y la comunidad.
El proyecto inició con la visibilización de las perspectivas, conceptos y estrategias que tiene la comunidad alrededor de la desnutrición infantil. Posteriormente vino la fase de acompañamiento/acción y en ella se dio inicio el diagnóstico de las condiciones de salud de la comunidad y de la calidad del terreno, para la construcción de una huerta comunitaria que les permitiera tener condiciones adecuadas de nutrición.
Hoy cuenta con el apoyo financiero y técnico de otras entidades como la Universidad de Antioquia y con el acompañamiento de los líderes del resguardo, sin embargo, el presupuesto de este proyecto es de $200 millones de pesos que, aunque cuenta hasta el momento con una financiación del 20%, está en pleno desarrollo, beneficiará a más de 125 personas entre hombres, mujeres y niños y está previsto que se replique en resguardos aledaños de la región.
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